Por Jesús Ledesma
El viaje del sector del vino desde los años 70 ha pegado muchos volantazos y fruto de esos vaivenes, bodegueros y consumidores han compartido momentos de olvido, momentos de amor, pero sobre todo mucha fricción y desconcierto traducida en una bajada del consumo individual superior al 50 % siendo España productor y bandera de los mejores vinos del mundo.
No creo que me equivoque mucho si dejo aquí escrito, es decir público, que la relación actual de los consumidores con el vino ha obligado al sector a virar en los últimos diez años. De creerse el ombligo del mundo, de ser un mundo opaco, cerrado, un club VIP para elegidos y vender la dificultad, la alquimia, el “esto no es para cualquiera” a darse cuenta de que un producto sin clientes, sin seguidores, sin prescriptores, sin publicidad, sin embajadores no tiene futuro.
El vino hoy por hoy es un producto emocional, parece una perogrullada pero hay tantas cosas en la vida que si no las escribes, que si no las dices en alto no te das realmente cuenta de ello, pues qué mejor momento que este para ponerlo de relieve.
El vino siempre ha sido una experiencia, porque para sus adeptos el disfrute está garantizado y para los iniciados curiosos aprenden disfrutando, pero durante unos años el sector se encargó, sobre todo la parte de distribución y comunicación, de hacerla complicada e insalvable para el consumidor final, esa generación perdida.
Ahora, ahora sí… las bodegas tenemos una excelente oportunidad de reparar parte de ese daño infringido, de recuperar el contacto directo con el consumidor final, de conocer sus inquietudes y sus necesidades.
Y la fórmula no es otra que a través del enoturismo. Porque además no hay dos bodegas iguales, no hay dos bodegueros iguales y sin embargo sus dos botellas puestas a la venta en un establecimiento de cualquier lugar sí parecen similares.
En la actualidad, con un desarrollo excelente de la tecnología y de la globalización, la diferenciación de un producto como el vino sólo cabe encontrarla en el suelo donde crecen sus viñas, que le imprime ese carácter único independientemente de que te guste más o menos.
Hay que eliminar esa barrera mental, ese miedo al “yo no entiendo nada de vino” y aprovecharse del “pero sé lo que me gusta” y en El Peco bodegas y Viñedos nos preocupamos mucho por la difusión y comunicación en torno al vino.
En una zona con escasa tradición vitícola, y más aún de vinos tintos que es nuestro producto principal, la formación es parte de nuestro ADN
El enoturismo, además, da la oportunidad de conocer y disfrutar de la identidad del vino asociado a un paisaje determinado, permite a sus elaboradores y trabajadores transmitir y dar a conocer de primera mano sus valores, su cultura, sus aspiraciones y pone en valor su territorio.
Profesionales con muchos años de experiencia en catas y degustaciones te acompañaran en una experiencia totalmente personalizada, se valora el nivel del grupo y se prepara una vivencia adaptada a sus necesidades.
Pocos momentos de la historia han sido tan dulces como el de ahora para los consumidores y amantes del vino porque hay una oferta tan amplia para disfrutar y aprender que es una pena dejar pasar esta excelente oportunidad.
En un amplio horario durante la semana El Peco Bodegas y sus viñedos realizan este tipo de actividades durante todo el período estival.
Disponemos de espacios abiertos donde realizamos estas actividades disfrutando del paisaje serrano, de uno de los cielos más limpios de Europa donde las estrellas no se acaban y de unas noches frescas porque a 740 metros sobre el nivel del mar la vida se siente de otra manera, y eso bien que lo saben y expresan nuestros viñedos.
Para que tengas la mejor experiencia de enoturismo en Córdoba, estáis todos invitados, será un placer atenderos y hablar de vino tranquilamente en la Sierra Morena de Córdoba
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