Por Isa Calvache
Mara de Miguel, miembro fundador de nuestra Asociación Sabores de Córdoba, nació en la cuna del vino cordobés, en Montilla, y hay quien piensa que por sus venas podría correr amontillado en lugar de sangre.
Licenciada en Periodismo por la Universidad de Gales, estudió Piano y Composición en el Conservatorio Superior de Sevilla y ha publicado dos novelas. Tras larga estancia en el extranjero como profesional del vino, un día decidió volver a Córdoba para ofrecer a su tierra la experiencia adquirida fuera. Desde entonces no ha parado de acumular premios y reconocimientos.
Mejor Sumiller de Córdoba en 2020, Mejor Sumiller de Andalucía en 2022, Oro en la Asociación Internacional de Sumilleres 2022 y has empezado 2023 con el Diploma WSET y como académica en la Academia de Gastronomía y Turismo de Andalucía. Visto desde fuera da vértigo, ¿cómo has vivido este ascenso meteórico de menciones, diplomas y concursos?
Con mucha alegría porque estos logros son un honor para mí y un reconocimiento para mi esfuerzo y dedicación, aunque he de reconocer que el impacto mediático me ha sorprendido.
Yo siempre he dicho que soy más de exámenes que de concursos. El año pasado fue un honor poder ganar en mi tierra andaluza y la verdad es que me ha traído muy buenos momentos. Pero al fin y al cabo, los concursos de sumilleres son una lotería y premian al mejor de los que se presentan. Sin embargo, los títulos de Diploma WSET y el Oro de la ASI (Asociación Internacional de Sumilleres), son exámenes a nivel internacional y el listón está muy alto: ahí no se trata de ser el mejor, sino de saber todo lo necesario.
Fue una alegría enorme ser la primera persona en España en conseguir el Oro ASI y es muy gratificante ser referente para los que, como yo, quieren seguir estudiando en nuestro sector.
El Diploma WSET es la antesala del Master of Wine y no hay muchos españoles que hayan conseguido superar este examen. Pero seguramente tampoco habrá mucha gente tan volcada en los estudios como tú.
Soy la eterna estudiante y todo lo que sea aprender de gastronomía (vinos, aceites, ibéricos, sake o espirituosos), es algo que me encanta y me motiva mucho. Sinceramente, no creo que pare nunca de estudiar. No quiero ser “la Wikipedia del vino”, yo solo aspiro a hablar del vino desde mi conocimiento y desde mis sentimientos.
Todo esto no se consigue solo estudiando en papel y pantalla, sino que has viajado con frecuencia para conocer variedades, formas de elaboración, bodegas y vinos dentro y fuera de España. ¿Crees que este aprendizaje in situ es un complemente necesario para tu formación?
Por supuesto. He viajado mucho… ¡y lo que me queda! En España he recorrido muchas zonas a cada cual más bonita. Soy muy fan de los vinos de Canarias y su suelo volcánico; de los viñedos heroicos en la Ribeira Sacra, donde suben las cajas de uvas con un trenecito; del marketing enoturístico del Penedés… Pero además he aprendido que, según vas madurando, eres capaz de apreciar más y entender mejor los tesoros que esconden algunas zonas: por ejemplo, recientemente he vuelto a La Rioja y mi percepción ha sido muy diferente, mucho más enriquecedora.
Y desde luego he comprobado que, mientras más años cumplo, más me pone el vello de punta y los sentidos a flor de piel el contemplar las albarizas de la Sierra de Montilla y de Moriles. Ante este paisaje, siento que mis raíces cordobesas se hacen cada día más profundas.
¡Tremendo! Queda claro que todos estos viajes son para ti mucho más que un aprendizaje en el mundo del vino: son experiencias que te van definiendo como profesional y como persona. Cuéntanos algún viaje que te haya marcado.
California me llegó muy profundo en 2007. Visitar los escenarios reales de películas como Entre Copas y beber esos vinos fue como si yo misma estuviera protagonizando una película.
También recuerdo con emoción mi primer viaje al Valle del Mosela: cuando subí esas pendientes y toqué los tres tipos de pizarra (azul, negra y roja) entendí ya para siempre los conceptos de drenaje y mineralidad.
O el mes que pasé recorriendo de norte a sur Chile, yo sola con mi coche, aprendiendo de climas, parando en mitad de viñedos que no llegaban a ningún sitio, mientras el GPS insistía en que allí había una carretera… fue otra experiencia inolvidable.
Y mi más reciente new true-love, el paisaje de la Valpolicella, que he visto evolucionar en invierno y en verano y donde volveré en febrero invitada por el Consejo Regulador para catar las nuevas añadas.
Sería egoísta guardar solo para ti toda esta experiencia y saber atesorados, y tú eres mujer generosa en el más amplio sentido de la palabra. En tu faceta de emprendedora, derrochas imaginación al ofrecer experiencias enoturísticas a tus clientes nacionales y extranjeros. Cuéntanos cómo surge un proyecto tan singular como Bag in Box.
¿De qué sirve tener unas maravillosas denominaciones de origen en Córdoba si no las damos a conocer? Con esa premisa abrí mi negocio Bag in Box (en honor al conocido packaging de vino), un local propio donde contar las bondades de nuestra tierra en forma de catas de vino y aceite, talleres de venencia y de salmorejo y muchas otras variantes. Tuvo tal aceptación desde el inicio, que incluso en pandemia he seguido ofreciendo catas todas las semanas, hasta para una sola persona, por respeto al viajero.
Y de repente, te sacas de la manga las catas de flores y pones a los turistas a comer geranios y otras flores típicas de nuestros patios, armonizadas con vinos, vermús y quesos… ¿quien da más?
Vivir en Londres me abrió la mente a otras culturas y a otras formas de entender la gastronomía y me llevó, entre otros, a conocer las flores comestibles. Al volver a Córdoba, sentí la necesidad de poner en valor nuestros patios cordobeses, que son Patrimonio de la Humanidad desde 2012.
Así que decidí ofrecer una experiencia completa en torno a los patios con flores, vinos, vermús y aceites locales para que cuando los turistas visitan un patio, lo hagan con los 5 sentidos, incluyendo el gusto. Son experiencias sensoriales, una forma idónea de comunicar el vino a través de las emociones. Por cierto, ¡los geranios son sorprendentemente ácidos!
Una mente tan prolífica no conoce el descanso, seguro que ya tienes planes de futuro cogiendo forma… ¿quizás el Master of Wine?
Hace años te hubiera dicho que sí sin dudar, pero necesito reposar tras un año intenso de estudio y, sinceramente, no me apetece nada la presión que implica el gran reto del Master of Wine. Me veo más profundizando de forma relajada en otros ámbitos como la neurociencia y la cata, por ejemplo. O desarrollando nuevas experiencias sensoriales en las que Córdoba seguirá teniendo mucho que ver.
Por ejemplo, en forma de maridajes sonoros que ya estoy ofreciendo: la música me encanta, sobre todo el flamenco… ¡poder cruzar mis dos pasiones en forma de cata es muy excitante! Y por supuesto tengo que acabar mi tercera novela, también sin prisa: siempre quise escribir historias y, con el vino como pretexto, he encontrado la mejor manera de comunicarme con otros.
Tu sonrisa pícara y el brillo en tus ojos me dicen que hay más, mucho más previsto para los próximos meses. Gracias artista, que no se seque nunca la fuente de tu inspiración. To be continued…
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