Por Alfredo Martín-Gorriz.
‘Tierra de vinos’ (Avenidad de Manolete nº 8), uno de los pocos comercios especializados en este producto en la ciudad de Córdoba, cumple tres años. Y lo ha hecho de una forma más que peculiar. Y más que dura. Con una pandemia de por medio. Tan peculiar como esta entrevista, hecha en dos partes. La primera a finales de febrero, cuando llegaba la celebración de ese cumpleaños. La segunda al relajarse el estado de alarma por coronavirus, cuando tras el obligado cierre por el confinamiento ha llegado el momento de la reapertura. Entre tanto ese paréntesis sin actividad ni para la responsable de la tienda, Carmen María Requena, ni para quien tuvo que esperarse a ver qué ocurría con ella y ahora suscribe estas líneas. Y la vuelta tiene novedades, como el servicio a domicilio. Así que esta conversación sigue con ese punto de extrañeza…al empezar por el final:
– Llega el tercer aniversario de ‘Tierra de vinos’ y días después la crisis del coronavirus. Cómo se toma esto un comercio.
Al ser una tienda especializada no tenía que abrir, así que pedía el cese de actividad. Además muchos de mis distribuidores, que trabajan sobre todo en la restauración, se pararon también. Durante estos dos meses ha habido mucha incertidumbre porque no sabes nada.
– Y llega la vuelta.
Ahora está todo el mundo reinventándose. Y contacté con un distribuidor de comida de distinta gama para restauración… que se ha quedado a cero. Y hemos empezado con los repartos de vino a domicilio. La gente del barrio viene mucho a comprar, pero es verdad que tengo también muchos clientes de otras zonas de Córdoba, y se les puede llevar a casa por un pequeño plus de 3,5 euros. Es ese importe, siempre que compren una o seis botellas, y no hay pedido mínimo.
– ¿Cómo se le ocurre empezar con Tierra de vinos hace tres años y además en la zona del Zoco? En principio es una zona que puede no parecer propicia para un negocio especializado.
Soy enóloga. Las ofertas de trabajo no eran buenas y aunque no tengo problemas para hacer la maleta e irme, en ese momento por circunstancias personales no me era posible. Así que monté este negocio en el que empecé con mi hermano, que es cocinero. Luego él consiguió trabajo y me quedé yo. Decidimos mirar zonas. Descartamos el casco histórico por el precios de los locales, y la zona centro porque observamos un vaivén constante de comercios. Abrían muchos pero también cerraban en seguida. Entonces pensamos en los barrios. Escogimos el sitio porque además había diversas tiendas de productos, entre ellas de quesos, jamones y conservas, pero tienda de vinos no había. Y también está cerca el DEZA, que le presta una especial atención a la gastronomía.
Desde el principio hubo actividades.
Sí, porque pensé que sólo dedicarme a venta de vino iba a ser un poco…delicado. Vendo vino, asesoro sobre el vino que alguien se ha de llevar…pero ¿cómo se le da vida a un negocio así? Con catas semanales y que además no sólo se basen en beber vino y ya está, sino que tengan un aspecto formativo. Se viene a beber y a aprender.
¿Qué aprenden?
Tengo sobre todo dos objetivos con las catas. El primero que la persona conozca que el vino no nace en la botella, sino que hay todo un equipo humano detrás que lo intenta hacer lo mejor posible. El segundo que diferencie entre lo objetivo y lo subjetivo, es decir, entre las características de un vino en particular y sus preferencias personales, de forma que pueda llega a apreciar un determinado vino aunque incluso no le guste, ya que se transmiten conocimientos como para que sepa distinguir si un vino está correcto y bien elaborado de lo que al margen le pueda transmitir. En las catas ponemos una serie de tapas que vayan en armonía.
¿Cómo selecciona los vinos de la tienda?
Lo primero es que los vinos no pueden estar en los grandes lineales. Si tengo que competir con el Corte Inglés o el Carrefour me puedo ir a mi casa. Para ello hago un espionaje intensivo [ríe]. Si no me queda más remedio porque la demanda lo exige, me peleo mucho con el distribuidor como para bajar como mínimo unos céntimos. Además le dedico un apartado especial a los vinos de Montilla-Moriles. Hay que darle mucho amor [ríe] pero son los vinos que más me cuesta sacar.
¿Por qué?
Primero creo que la cerveza ha hecho un trabajo espectacular. Córdoba ahora mismo es una ciudad cervecera. Y otras denominaciones de origen lo han hecho muy bien en cuanto a márketing y precios. Tienes a Ribera y Rioja, que han conseguido ser concebidas como un tipo de vino, igual que Rueda o Verdejo. Sus precios supercompetitivos han hecho que se establezcan en todos sitios. ¿Cúal es el vino de la casa? Pues un Rueda, un Rioja…
En la propia Córdoba muchas veces cuesta encontrar variedad de vinos de Montilla-Moriles, un buen fino o incluso que haya oloroso o amontillado de la tierra, que es algo incluso raro.
Efectivamente. Además no son vinos fáciles, en el sentido de que no son afrutados o ligeros, y cuentan con una graduación alcohólica importante. En los tres años que llevo dedico mínimo dos catas de Montilla-Moriles para concienciar y dar a conocer. Cuando profundizas te das cuenta de muchas cosas, por ejemplo que puedes encontrarte con muchos finos según sus años de crianza, desde los que están el mínimo, dos años, y tienen aromas frescos, a los que están por ejemplo 15 años y tienen una gran concentración de aromas. Los vinos de Montilla-Moriles representan todo un mundo en cierto modo desconocido.
¿Cómo los ve por cierto en comparación con los de Jerez?
Son distintos. Es como comparar Rioja y Ribera, no se puede, ¿por qué?: son climas distintos y conceptos diferentes aunque algunas variedades coincidan. No se pueden comparar finos de Montilla o de Jerez. Se nota la diferencia desde el principio en la sensación en la boca, la salinidad
¿Qué sorpresas ha tenido en la zona de Montilla y Moriles?
He tenido dos sorpresas muy positivas. Una es el fino en rama que está haciendo C.B.. Me parece una maravilla, una joya. La otra sorpresa viene de una bodeja superjovencita, ‘Lagar de la salud’. Sus tintos son extraordinarios. Y también su blanco joven. Pero el que me parece una barbaridad y espectacular es el blanco con uva 100% Pedro Ximénez con diez meses de crianza en barrica de roble francés sobre las lías. Le dan la vuelta a lo tradicional. Se comercializa con el nombre de ‘Dulas’.
¿Y sorpresas de otras denominaciones?
Pues es otro de los aspectos sobre los que intento dar mucha caña en ‘Tierra de vinos’: los vinos andaluces. Tenemos unos tintos en Andalucía espectaculares, me da igual que sean de Cádiz, Málaga, Jaén o Granada.
Ahora se hacen tintos maravillosos también en Almería. Los clientes a veces se llevan con miedo estos tintos andaluces, pero cuando los prueban dicen “pero qué maravilla”. Y repiten.
Seguimos para trío de sorpresas. Y esta vez se lo voy a pedir en relación a los maridajes.
Me han sorprendido mucho, pero mucho, los vinos espumosos. Los cavas se toman como vino de postre, sin embargo son excelentes para el tapeo, porque su graduación alcohólica no es elevada y además se consumen muy fríos. Y además los puedes tomar con carne, pescado o verdura.
¿Con qué trabas se topa generalmente un negocio como Tierra de vinos?
Las principales trabas han sido pelear tanto con la compra on line como con las grandes superficies. ¿Qué puedo ofrecer yo? Cosas muy distintas y asesorar bien. A no ser que seas un gran experto en vinos muchas veces vas comprando casi a ciegas. Sé de conocidos que por ejemplo han comprado en páginas webs muy conocidas y les han llegado cosechas muy pasadas por una oferta donde algo así no se especificaba. En ‘Tierra de vinos’ te encuentras con una constante rotación y cosechas perfectas para su degustación.
¿Cuál es su segmento del vino más barato al más caro?
El más barato que tengo es ‘El circo’ a 3,75 euros. Es un vino tinto joven de la variedad syrah de la zona de Cariñena. Es un vino muy bueno para el copeo y para diario. Los más caros ni siquiera los tengo aquí, por precaución, los vendo mediante pedido, son toda la gama de Pingus. Precisamente el más caro que sí tengo en la tienda es el más económico de esa familia. Se llama P.S.I.