Canciones con sabores: ‘Sabor de amor’

Por Alfredo Martín-Gorriz.

Empezamos en ‘Sabores de Córdoba’ una serie acerca de las canciones con contenido gastronómico, y lo hacemos con una que tiene sus raíces en Córdoba: ‘Sabor de amor’. Este tema de ‘Danza invisible’, quizá uno de los más conocidos de la música española de todos los tiempos, tiene compositor cordobés, Ricardo Texidó, fundador, batería de la banda y responsable de los acordes de la canción y de un armazón que luego se materializaría del todo junto al cantante Javier Ojeda y el letrista Rodrigo Rosado. Tarareada por varias generaciones, ‘Sabor de amor’ tuvo orígenes complicados y a punto estuvo de ser descartada. Y curiosamente fue salvada por otro cordobés de Santaella. A veces los caminos del “hit” son inescrutables.

Córdoba no es una ciudad pródiga en grandes figuras del rock o del pop. Resulta curioso que, entre comillas, no haya trascendido mucho en la ciudad el hecho de ser usted cordobés. Como suele decirse, ¿de qué barrio es?

Me crié en la casa de mis abuelos en Cañero y la de mis padres en Ciudad Jardín. Mi padre era de Barcelona, y mi madre de Sevilla pero criada en Córdoba. Mi abuelo, Manolo Medina, fue periodista del Diario Córdoba más de 50 años. Amo Córdoba y la visito junto a amigos de otros países orgulloso de poder mostrarles bajo mi perspectiva nuestra maravillosa y monumental ciudad.

Se fue a Málaga de pequeño, supongo que por razones de trabajo.

Sí, mi padre hizo una empresa pequeñita con dos compañeros y la localización fue Málaga. Yo soy cordobés y así me siento, aunque adoptivo de Málaga, Torremolinos y Casarabonela que es donde vivo hace 20 años.

¿Cómo surge la canción que nos ocupa, la archiconocida ‘Sabor de amor’?

Yo en principio componía bastantes canciones para mi grupo Danza Invisible. Luego las llevaba al local y nos poníamos a trabajar para ver si salían adelante. En este caso, ese día en el local de ensayo estaban los guitarras ensayando un arreglo para otra canción. Cogí la guitarra acústica de Manolo [nota de la redacción: Manolo Rubio, guitarra del grupo] y le dije a Javier “mira, tengo esta idea, pero vámonos fuera que aquí es imposible con este jaleo” [nota de la redacción: se refiere a Javier Ojeda, cantante del grupo]. Nos fuimos a una escalinata que había justo al lado del local de ensayo y le expuse los acordes de la canción con su estrofa, puente y estribillo. La idea en mi cabeza al principio estaba más cercana a ‘Jesus and Mary Chains’ que a lo que quedó después.

¿Como sigue esa composición?

Yo llevé la canción, el esqueleto de acordes y un ritmo al estilo Be My Baby de The Ronettes con producción de Phil Spector. Y le dije a Javier: “mira, tiene una parte A, una parte B y una parte C, a ver qué podemos hacer“. Estuvimos trabajando un rato sobre las melodías de la canción y conseguimos algo con un cierto fundamento. Hablo de una melodía chapurreada [ríe]. Fuimos dándole forma y entramos en el local de ensayo, presentamos la idea nueva… y al resto del grupo no les hizo mucha gracia [ríe].

¿En qué año fue ese ensayo que dio origen a ‘Sabor de amor’?

Debió de ser en 1988, tras el disco ‘Música de Contrabando’ que grabamos en Manchester con el ingeniero de sonido Chris Nagle, que trabajó con Martin Hannett, productor de Joy Division. Javier todavía no había cortado el bacalao como el quería, más que hacia sonidos afro-latinos como un intento de abarcar multitud de estilos, recuerdo que Radio Futura de los cuales soy amigo desde los primeros 80, también se embarcaron en esa empresa transatlántica, aunque arriesgada para mi, ya que nos saltamos del origen británico de la new wave. Pero tanto Javier como yo éramos muy abiertos y nos enamoramos de los sonidos africanos, el disco Graceland de Paul Simon fue un referente para zambullirnos en esos ritmos casi tribales. Pero, por otro lado, si pones ritmos africanos y una sección de viento, y cantando en español con voz de casi tenor… parece un grupo del Caribe. Esa es la fina línea que va de la investigación de la música africana a canciones como ‘Catalina’, que son posteriores a ‘Sabor de amor’.

Llama la atención la sencillez de la letra. En el mundo anglosajón no se tiene miedo a hacer letras sencillísimas, que si ‘I love you’ que si ‘baby’, pero es más difícil verlo en el español y más en aquella época.

Yo en los 80 escribía de una manera bastante pretenciosa [ríe]. Dentro de mis limitaciones y sin pasarme, tampoco eran palabras o expresiones tan complicadas. Había en la New Wave (especialmente en la “movida”) una tendencia a lo facilón, lo divertido, el hacer la broma, Ayatola, no me toques la pirola, Mi agüita amarilla, Aquí no hay playa, etc y cosas así. Pero cuando escribía la letra en los primeros discos de Danza Invisible pretendía ser más transcendente y poético. Pero en este caso la letra es de Rodrigo Rosado, que era amigo de Javier y comenzó a hacer letras para Danza Invisible. Era escritor y tenía un bar, el ’S.A. Company’, en Pedregalejo, en Málaga. A mí la letra de ‘Sabor de amor’ en principio me chocó, porque yo tenía otra idea…una canción de amor sí, pero esto era como un festival erótico-culinario [ríe]…

Por eso nos interesa en ‘Sabores de Córdoba’.

“Al principio (Sabor de amor), no le gustaba a casi nadie del grupo. Hablé con Javier Ojeda e hicimos frente común para defenderla”

Claro, claro, al final es una canción cuya trascendencia depende de muchos factores. Al principio no le gustaba a casi nadie del grupo. A mí tampoco me gustaba la letra porque se salía de nuestra sobriedad. Cuando terminamos de grabarla parte del grupo dijo que vale pero mejor destinarla a cara B de algún single, era algo así como “bueno, muy bien, ya está grabada, a otra cosa”. Recordemos que la cara B de un single era entonces la canción más “mierdosa”, que va ahí como de regalo. ¿Qué pasó? Al final de la grabación hablé con Javier Ojeda e hicimos frente común para defenderla, hablamos con Paco Martín (cordobés de Santaella), que era el productor ejecutivo y puso la pasta para grabar en Manchester y al que yo acudo en última instancia[nota de la redacción: aquí Ricardo Texidó abre un breve inciso donde nos explica que entonces se les acusó de pijos por grabar en Manchester, pero nos aclara que en aquella época era curiosamente más barato que hacerlo en Madrid, también nos habla sobre los orígenes humildes de los miembros de la banda]. En el grupo éramos cinco y entonces había una cosa muy moderna que se llamaba democracia [ríe]. Al principio yo cortaba más el bacalao, digamos que dirigía los ensayos y junto a Chris Navas decidíamos el estilo a seguir, pero ahí ya votábamos por igual, y la canción, como digo, se quedaba fuera del disco.

Menos mal que Javier me apoyó, que ya se había dado el curro para la melodía y había quedado con Rodrigo para la letra. Fue Paco Martín, quién nos ayudo a “salvar” la canción y admitió que era una de la que más le gustaban. Paco ofreció una perspectiva comercial frente las que pueden tener los miembros de un grupo, que muchas veces están con sus movidas, prejuicios y no sólo pueden perder la perspectiva comercial sino cualquier perspectiva real sobre lo que en un determinado momento le puede gustar la gente.

En su momento fue chocante el cambio de estilo entre el disco anterior y de pronto el éxito de ‘Sabor de amor’.

“Nos nos vendimos a nadie. Hicimos lo que nos dio la gana y sonó la flauta”

Ahí hay que desmentir otro bulo. El bulo dice: ahhhhh, aquí se han vendido. Nos nos vendimos a nadie puesto que hicimos lo que nos dio la gana y sonó la flauta. Fue algo natural, no hubo ninguna mano negra que nos dijera que hiciéramos algo así. Al principio éramos más post-punk, después nos fuimos abriendo al pop y más tarde a una diversidad de estilos que llegan a temas como ‘A este lado de la carretera’, que también llevé al local de ensayo, o ‘Reina del Caribe’, que al principio pretendimos que fuese una canción al estilo de UB40, pero a la que doblé el ritmo y se convertía en algo más rápido y más energético que funcionaba muy bien en directo. Ambas fueron un pelotazo y junto a ‘Sabor de amor’ consiguieron que el disco fuese oro y platino. Esas fueron algunas de mis últimas aportaciones a la época crucial de Danza Invisible, cuando realmente nos damos a conocer, porque antes éramos unos proscritos, una especie de grupo alternativo new wave pero tampoco de los punteros.

¿Ha llegado alguna vez a grabar ‘Sabor de amor’ de forma más acorde a la idea inicial más cercana a ‘Jesus and the Mary Chains’?

Luego nunca. Aunque tenía una grabadora de ocho pistas y puede que haya algo de antes en algún carrete antiguo, y en inglés de los montes, pero nada serio.

Ahora tiene un nuevo grupo y el lanzamiento de un disco…cortado por la crisis del coronavirus y el confinamiento.

Yo cada vez que me quejo me dicen: “todo el mundo está igual“. Claro, pero yo me quejo de lo mío, he venido a hablar de mi libro [ríe]. Tengo un grupo que se llama ‘A Ritual Play’ en el cual soy cantante y escribo letra y música. La música en el primer disco las hice junto a Fernando Lluva y en este segundo que estoy preparando son todas mías. Aunque ya presentamos en Madrid en el nuevo Rockola y en la sala Independance Club junto a B-Movie. Estoy esperando a que pase todo esto para editar el segundo álbum ya que el primero ha ido bastante bien. Ahora estoy en pleno proceso de producción, acabando arreglos y preparando los temas para las mezclas. No es que fuésemos a lanzarnos a, como se llame [ríe]…al “candelabro”, o a salir del “economato” [ríe] pero teníamos una presentación en Málaga y perspectiva con varios conciertos.

Afortunadamente hemos podido posponer esta presentación, que será en la sala The Hall el 18 de julio. Además también tengo proyectos más pequeños, ya que canto en un grupo de rhythm and blues y en ‘Villanos’ con un amigo mío que toca la guitarra hacemos versiones que nos gustan. No soy de ir dando tumbos haciendo versiones, pero hay que buscarse la vida. Si haces un grupo nuevo, cantando en inglés, con sonido un poco alternativo y teniendo cerca de sesenta tacos es como “¿pero qué estás haciendo?” [ríe].

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