Manolín Mora, la excelencia de lo tradicional

Por Laura Ruiz.

En un mundo en el que todo ocurre con demasiada rapidez, se hace extraño encontrar quién hace apuestas meditadas, jugando la carta de la excelencia, y no se deja llevar. Pero sí, lo tradicional, trabajado con paciencia y mimo, aún encuentra grietas en las que flitrarse. Este es el caso de la regañás de Manolín Mora, de Montilla.

Cojamos algo de perspectiva, para entenderlo todo mejor. El panadero montillano Manolín Mora, cuyo padre y cuyo abuelo eran también panaderos (“raro sería encontrar algún Mora en Montilla que no venga de familia de panaderos”) creó, en el obrador de su establecimiento de la calle Parra, una regañás, hechas a mano, con harina pura de trigo, ajonjolí seleccionado, aceite de oliva virgen extra, amasado controlado y procesos largos de fermentación. Todo un producto gurmé que puso a disposición de sus vecinos a un módico precio.

La fama de las regañás traspasó los límites del pueblo. Y llegaron ofertas. Pero si algo tienen claro Manolín Mora e hijos, es el secreto (a voces) de su éxito: hacer lo que les apasiona cada día, de la misma forma. Esto traducido, para la mayoría, viene a ser escoger el camino más lento. Para la selecta minoría que compra, cada vez y repite, sus regañás, es no renunciar a su esencia intentando adaptarte a los tiempos, pero sin que estos te atropellen.

Apuestan por lo suyo con trabajo arduo, unos estrictos estándares de calidad y atención plena a cada detalle. Así lograron que la panadería de la calle Parra se les quedara chica. Y después de haberse mudado a una nave industrial hace solo cinco años, ya andan pensando cómo ampliar de nuevo las instalaciones.

Las distintas variedades de palillos, picos y regañás ideadas por éste montillano y, ahora, por sus hijos, David, Manolo e Inmaculada, no son solo de alta calidad, sino también de altos vuelos. Una aerolínea inglesa incluye sus regañás de romero y sal marina entre su oferta de productos durante los trayectos. En Alemania, se pirran por sus palillos 100% integrales. Y en Canadá, ya esperan sus picos, servidos en formato de cartón, que es lo que se estila por la zona, según parece.

La cara y, ahora, la cruz. Como todas las empresas están remontando, tras el parón que ha supuesto para la economía la pandemia del covid-19. Su actitud ante la misma habla por sí sola: El producto que tenía en la calle (bares y establecimientos) lo regaló a los hosteleros, el que tenía en almacén lo donó a Cáritas. “Para nosotros es importante que nuestro producto sea lo más fresco posible cuando se consume y por eso decidimos que esas eran las soluciones más razonables”.

¿Y usted? ¿Las ha probado? Pues si no lo ha hecho aún, sepa que puede encontrarlas en algunos supermercados cercanos que apuestan por los productos cordobeses. A unas malas, si no diera con ellas (no creo que ocurra) no dude en acercarse a Montilla y preguntar por Manolo, David o Inmaculada Mora, están al pie del cañón cada día, le atenderán con una sonrisa y le ayudarán a llevar las cajas al coche (que menos que, ya que vas hasta allí, comprar de más. Tranquilo, aguantan varios meses sin problemas).

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